Hoy en día, lamentablemente, hay muchísimas personas que a pesar de decirse cristianas creen en la reencarnación, algo completamente incompatible con las enseñanzas de la Sagrada Escritura.
Reencarnación es la creencia según la cual el alma, después de la muerte, se separa del cuerpo, toma otro cuerpo y vuelve para continuar otra vida mortal. Para esta creencia, las almas pueden tener múltiples reencarnaciones. Según su buen o mal comportamiento en cada vida, las personas reencarnarían en un ser superior o inferior. Así explicaría esta doctrina las diferencias que existen entre los hombres con respecto a posición social, económica, salud, afectos, etc., ya que a los que «les va mal» es porque estarían pagando «culpas de otra vida». En cambio los cristianos sabemos que Jesucristo pagó por nuestros pecados en la Cruz y sólo en Él tenemos Salvación.
Algunos «desconocedores» de la Palabra de Dios, toman pasajes de Ella para intentar decir que en la Biblia se habla de este tema. Por ejemplo en el pasaje de Juan 3:3 dice Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios».
«Nacer de nuevo» en este contexto, significa aceptar la Salvación que nos trae Jesucristo, dejar el pasado de pecado atrás y comenzar una nueva vida siguiendo las enseñanzas de Jesús, obviamente en la misma vida y el mismo cuerpo que tenemos ahora.
Así como éste, toman otros pasajes del Evangelio sacándolos de contexto y malinterpretándolos para tratar de dar sustento a una falsa doctrina.
Los creyentes no podemos dejarnos engañar. Para contrarrestar estas ideas debemos conocer la Biblia, única fuente de verdad para los cristianos.
En la Palabra de Dios queda explicado perfectamente este tema, Hebreos 9: 27 dice: «Y del mismo modo que el destino de los hombres es que mueran una sola vez, y luego ser juzgados…». Esta Palabra es absoluta y completamente clara, no existe la reencarnación. El hombre muere y se somete al Juicio de Dios, para premiación o castigo, «…y cada uno fue juzgado según sus obras». Apocalipsis 20:13
En Lucas 16:19-31 tenemos la parábola del rico malo y Lázaro el pobre. Murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, lo sepultaron y fue al Hades. Acá queda claro que cada uno recibió su castigo o recompensa según lo que habían hecho en su vida, y no había ninguna posibilidad de que volviera nadie de la muerte a prevenir a la familia del rico para que cambiaran de conducta y así no sufrir luego el castigo.
También en el Antiguo Testamento hay varios pasajes que hacen referencia a la única vez que muere el hombre, resucitando para Vida Eterna. Uno de ellos lo encontramos en 2 Macabeos 7:9 donde el rey Antíoco Epifanes quiso obligar a siete hermanos, por medio de la tortura, a abandonar su fe. Al morir el segundo dijo al rey: «Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.»
Por último, compartamos lo que dice el Catecismo: (1013) «La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin «el único curso de nuestra vida terrena» (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez» (Hb 9, 27). No hay «reencarnación» después de la muerte.»
Nuestro destino como cristianos es, después de esta vida, resucitar para vivir con Dios eternamente. Por lo tanto es hoy y aquí donde debemos llevar una vida obediente a la Palabra de Dios, para ser dignos de vivir eternamente con Él.
¡Gloria a Dios!