POR EL BIEN COMÚN

“Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio; de tal forma que se ha hecho público en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo. Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra.

Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena intención; éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio; aquellos, por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas.

Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome.” (Filipenses 1:12-18)

No son confiables quienes no son capaces de ver en el otro, lo bueno, cuando lo tiene.

No es racionalmente posible que “todo lo bueno esté en mí” y a la vez “todo lo malo, en el otro”. ¡No es creíble!

El absolutismo ha sido siempre destructivo, ya que en primer lugar, “censura” el diálogo como forma natural de convivencia entre los humanos.

Hay una antigua imagen que refleja esa oscura pasión de creerse “el único”, es aquella que dice: “Reza un epitafio, sobre una fría lápida… aquí yace don imprescindible”.

No podemos ignorar que cada hombre o mujer, somos necesarios; cada uno en la función para la que ha sido llamado, para la cual se ha preparado, siguiendo una vocación, con las habilidades y también  con las limitaciones que -sin duda- ayudan para bien porque nos abren a los “dones” del prójimo, evitándonos “la enfermedad” del individualismo absolutista.

Los cristianos sabemos que aún esas limitaciones -ofreciéndolas al Señor con humildad- se convierten de obstáculos, en vehículos, para la misión que nos toca en esta vida.

Por tanto, los “dones”, las “dotes” naturales, las habilidades, las capacidades, deben ser puestas al servicio, para el bien común con idónea RESPONSABILIDAD.

¡Cuidado con los autosuficientes! Con los que se creen “propietarios de la verdad”, pues no hay mentira más grande que esa.

¿Cuánto dolor ha causado esa actitud? ¿No habremos aprendido acaso?… ¿No fue la raíz de “los unos” y de “los otros”, ese “mesianismo iluminista” que tanto dolor generó?

Es sabio quien aprende de los errores del pasado, que dolorosamente no podrá cambiar; pero sí con la pedagogía que ellos dejan, construir en el presente para poder edificar un futuro promisorio.

¿Construye el agravio? ¿Y la descalificación al otro…?

Se gana, se puede perder… pero sabio es el que transforma un “revés”, en algo positivo. Por otra parte es la “naturaleza”, el carácter de todo líder, visto desde la Sagrada Escritura: Transformar lo “negativo” del momento, el algo positivo, que será el bien de muchos.

Piénsalo.

JUAN CARLOS HOVHANESSIAN