“Sucedió que, estando Él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!” Pero él dijo: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.” (Lucas 11:27-28)
El contexto de este momento, donde una mujer, en medio de la gente, pronuncia esta “alabanza” y recibe esta afirmación, de parte de Jesús, tiene que ver con un llamado fuerte que Cristo hace, en relación a cuál debe ser la actitud del que le sigue: es decir, del que hoy, se dice cristiano.
“Se recoge con Cristo, o… se desparrama…”
“Se está con Cristo o… contra Él…” (Lucas11:23)
“Quien le sigue, lo hará por lo que Él -Cristo- es y no sólo por lo que pueda darle.” Debe ser, el seguidor, desprendido, desinteresado de los “réditos y logros personales”, que tan “tiranos” saben ser entre los que nos llamamos cristianos.
Quien le sigue ha de ser coherente con su fe y valiente para testificarla delante de todos, sin adaptar a la circunstancia de manera “conveniente” su “naturaleza cristiana”. “La lámpara ha de permanecer en el candelero, para que los que entren la vean…” (vs. 29-36). Y más adelante (vs 37-55) aparece el Señor en una intransigencia concreta a toda forma de esa vana actitud de religiosidad tradicionalista, superficial, de meras formas, de aquellos fariseos y legistas. Palabras “muy duras”, como iluminadoras, que señalan que Dios aborrece la hipocresía y la “falsa piedad”.
Por todo esto, el Señor presenta un camino muy bien “señalizado”, para nosotros, Su Iglesia.
Por la manera de responder a esta anónima mujer del Evangelio de San Lucas, Jesús parece como que dijera: “Esto es secundario…”. “Se puede hacer, incluso, una alabanza, sin atender lo esencial…”
O bien “Hay algo mucho más importante que frases complacientes…”
Por favor, nadie piense que Dios pueda no querer la alabanza. ¡NO! ¡Siempre hay que alabarle!
Pero aquí, daría la impresión que más que alabanza a Dios, fuera a “la persona”. Como quien alaba a “fulano de tal” por sus supuestos aciertos, etc.
Tal vez no es sí, mas, queda como esa sensación, por la forma sentenciosa de las palabras de Jesús: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.”
Recordemos que había muchas personas escuchando: “Discípulos”, “multitud ávida de signos”, “fariseos”, “legistas”…
Todos sabemos que existe también la alabanza impostada, es decir la adulación, tan de moda en los tiempos que corren.
La obsecuencia que casi siempre busca aliarse a “la influencia”, permutando incluso, hasta la “dignidad” por determinados supuestos “beneficios” de fama, de dinero, de poder, etc.
Sería muy difícil señalar la motivación, tal vez muy piadosa, de esta mujer del Evangelio; pero sí es muy clara la afirmación de Nuestro Señor… ¿Verdad? “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.”
Ésta es la verdadera dicha…
“Dichosos los íntegros, los sin doblez, pueden caminar con su frente en alto…”
“Ay de los serviles y los aduladores, su vergüenza no demorará en llegar…”
“Dichosos los rectos, los insobornables, la dignidad es su condecoración…”
“Ay de los que se venden al mejor postor, ¿cómo quitarán la mancha de su vileza…?”
“Dichosos los leales a nobles principios, diadema de verdad sobre sus cabezas…”
“Ay de los pérfidos y los obsecuentes, la peor tragedia es el vivir sin honor…”
“Dichosos los que tienen manos limpias, Dios les hará abundar en todo bien…”
“Ay de los corruptos y los prevaricadores, acumulan riqueza para su propia ruina…”
“¡Dichosos…!” “¡Dichosos más bien… los que oyen la Palabra de Dios y la guardan!”
¡Amén! ¡Amén!
Juan Carlos Hovhanessian