“El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Juan 10-10)
A algunos, la inmensa mayoría, sólo les queda aplaudir. A ver si puedo explicarme: como en un recital de un cantante “pop” donde se puede contemplar la “histeria alienante” de grupos “masificados”, chillando por una persona o por un conjunto musical, como desganándose en su interior por querer y no poder ser o parecerse a sus ídolos y entonces, como si ser sus “seguidores”, sus “fans” -tales se dicen- les diera, supuestamente “chapa” de pertenencia, de igualdad.
Así hoy, “el recital que más vende” es el de todo lo que tenga que ver con lo que llaman “revolución”, con consignas como “patria o muerte…”, “¿liberación…?”
Los que amasan fortuna, al igual que los famosos del “pop”, “se nutren de la sangre” de los compradores de ilusiones y fantasía.
Como si hubiera resucitado “el vampiro de Transilvania”, que necesitaba mucha sangre para poder vivir… sólo él. Muchos morían para que sólo uno, viviera.
Pensaba en lo satánico de este principio -literalmente “anticristo”- pues Cristo murió para que todos pudiésemos vivir. ¡Gloria a Dios!
El joven en particular es naturalmente idealista, lo cual es una noble condición que debiera ser canalizada mediante el modelo de nobles -también- arquetipos; de aquellos que sabían haber y que dolorosamente hoy no se los halla, o al menos, no son los que tienen presencia mediática. Claro, si así fuera el de “Transilvania”, moriría.
Antes o después, más pronto que tarde, acabará la “danza de los vampiros”. La estaca de la justicia y la razón atravesará su corazón y como ha ocurrido en tiempos pasados, enseguida “se destruye el cuerpo tenebroso, corrupto y corruptor, desvaneciéndose, como ceniza al viento”. Se dice que a uno: se lo puede engañar siempre; a pocos: por mucho tiempo; a muchos: por poco tiempo y a todos, nunca.
La vida para ser vida feliz necesita un propósito – ideal – con identidad – no humo de ilusiones y fantasías – y con poder, con consistente, tangible y real causa. Sólo así se edifica, se construye, con trabajo, día a día, poniendo los propios dones y talentos junto al de los otros; sin permitir que ningún “vampiro” nos robe nuestros sueños e ideales nobles, para que así la vida tenga sentido y seamos protagonistas, no meros espectadores fracasados.
Muchachos, los vampiros no existen. Hasta en eso son fraudulentos los “chupasangre”…
No permitamos que se apodere de nosotros el terror, como cuando en el cine, aparecía el vampiro con sus colmillos y su rostro diabólico y cuando se encendían las luces nos mirábamos los unos a los otros, como diciendo: “Qué tonto he sido que me he creído semejante patraña…” ¿Verdad?
Ah, ese “propósito con identidad y poder”, tiene nombre: ¡Jesucristo! ¡Él es real! ¡Él es el Señor, el que da vida y vida abundante!
Así son “nuestras consignas” cristianas.
¡Cristo es nuestra Justicia, nuestra Paz, el Amor!
¡CRISTO, PATRIA, VIDA, LIBERTAD Y ESPERANZA! ¡ALELUYA!
¡ARGENTINA PARA CRISTO!
¡AMÉN!
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN