RESPONSABLES

SERVIDOR RESPONSABLE: Juan Carlos Hovhanessian

REPRESENTANTE INSTITUCIONAL: Celia M. de Hovhanessian

«ASÍ COMENZÓ TODO…»

(Reseña histórica a cargo de Juan Carlos Hovhanessian – Fundador)

 En el mes de mayo de 1981, el Señor Jesús cambió mi corazón. Allí comenzó para mí, una vida nueva.

Por el testimonio de un amigo, “compañero de juergas” que vivía como yo en el “desenfreno del mundo” y que providencialmente se encontró en la Iglesia en una Misa celebrada por el P. Emiliano Tardiff; viendo los signos de sanidad y de milagros que allí ocurrían, vino a mi casa a contarme lo que Dios había hecho ese día; ya que yo estaba -en lo personal- atravesando un momento de desánimo, de no querer salir de mi casa.

Yo, que siempre había vivido en salidas nocturnas, todos los días; en el adulterio, en el peligro, las carreras de autos, viajes, la locura de conducir con mucho alcohol… así vivía, “a gran velocidad”.

“El salario del pecado es la muerte” y la peor muerte es la espiritual. Mi vida ahora no tenía sentido.

-“¡Vamos a buscar a ese sacerdote!”, dijo mi esposa, Celia. Fue, pero éste ya había regresado a su país. Allí le recomendaron que fuera a ver al P. Francisco Muñoz Molina, y además le dijeron que ésta era “una corriente de Gracia” dentro de la Iglesia Católica conocida como Renovación Carismática.

El P. Francisco la atendió y prometió enviar a unas servidoras a mi casa. Así fue, vinieron y me predicaron a Jesucristo con el testimonio de sus vidas.

-“¡Jesús te ama!”, me dijeron. “¡Ábrele tu corazón al Señor y déjalo obrar en ti!”.

Yo quería salir de esa situación en que estaba, así que acepté que oraran por mí. Me impusieron las manos, en un gesto bíblico de amor y en ese instante ¡tuve una visión del Señor Jesús!

¡Fue Glorioso!

El Amor de Dios nos envolvió de una manera inexplicable. Un instante único que transformó mi vida.

Acepté al Señor Jesús como MI SALVADOR PERSONAL, y escuché Su dulce Voz en todo mi ser, como fluyendo de mi corazón y también envolviéndome: -“¡Sígueme!”

Sé que siempre tendré presente ese momento y esa Palabra: -“¡Sígueme!”

¡Gracias Jesús!

Una de las servidoras -mi hermana en Cristo: Matilde Fills- tuvo la misma experiencia en ese instante y como nos vemos a menudo, siempre compartimos con renovada emoción ese momento.

Después vino el P. Francisco Muñoz Molina, confesé mis pecados y recibí en el Sacramento la Gracia del Perdón y la Fuerza para vivir la vida del Bautismo, que -aunque bautizado antes del año de vida- no conocía y que en ese momento, con casi 36 años, experimentaba.

El querido “P. Paco” me impuso las manos en bendición y allí comenzamos, mi esposa, nuestro hijo -Diego-, mi abuela María, mis primos, tíos y otros queridos hermanos a compartir en el Amor de Jesús, Su Palabra. Así se fundó la Comunidad “Santa María”.

Y de la Comunidad “Santa María”, luego surgieron varias Comunidades de Crecimiento en la Fe y en el Amor de Cristo. Las llamo así pues esa es la vivencia, para Gloria del Señor.

El P. Francisco nos avaló ante el entonces párroco de la Parroquia de nuestro barrio: “Nuestra Señora de la Consolación” (1981), P. Manuel Fernández, quien comenzó a participar con nosotros en la Comunidad que se reunía en nuestra casa y hoy es ese lugar, sede de la Comunidad “Santa María” y del Ministerio “El Poder del Espíritu”.

Poco tiempo después, en 1982, comenzamos un Seminario de Vida en “Nuestra Señora de la Consolación”, dando inicio a la primera Comunidad en una Parroquia.

En el año 1984, el Padre Emiliano Tardiff, al enterarse de lo que el Señor había hecho conmigo luego de su visita a Buenos Aires en 1981, vino a mi casa y pude compartir preciosos momentos con ese admirable siervo de Dios. Incluso en el año 1996, no sólo volvimos a tener la alegría de su visita, sino que en todos esos días que predicó en Buenos Aires, se hospedó en nuestra casa.

Todavía lo recordamos poniendo sus manos en nuestros hombros, dándonos su bendición -a Diego y a mí- al enterarse de la Obra que el Señor estaba haciendo a través del Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza «El Poder del Espíritu».

En 1986 comencé a escribir mi primer libro, bajo la asesoría espiritual del entonces Asesor Arquidiocesano de la Renovación Carismática, Padre José Luis Toracca, quien a su vez era Asesor de nuestra Comunidad.

Él me animó a esta nueva obra, y dicho sea de paso, fue quién sugirió el nombre de la colección de libros y del Periódico que hoy lleva el mismo nombre. Así se fundó, el Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza «EL PODER DEL ESPÍRITU». Luego vendrían cassetes de audio, CD, MD y DVD, todo para Gloria del Señor.

En el año 1990/91, habiendo leído uno de esos libros nos invitó el Padre Francisco Delamer  a abrir una Comunidad de Renovación Carismática en su Parroquia –San Francisco Javier– allí también servimos a Dios.

Habían pasado ya varios años de mi encuentro con Jesús y -de hecho- le seguía sirviendo junto a mis hermanos, pero “algo” me decía en el corazón que habíamos “caído en una rutina”.

Sí, predicábamos a Jesús, teníamos la responsabilidad de una Comunidad con una enorme cantidad de hermanos, pero estábamos como “estancados”; como funcionando “por inercia”...

Fue entonces que el Señor me quebrantó, esto ocurrió aproximadamente en el año 1993. Necesité fuertemente dirección espiritual y la tuve, pues cuando Dios quiere tratar con nuestra alma, muchas veces “nos arrincona.  

Pero cuando es suya la Obra, Él ya tiene los medios, los instrumentos disponibles para ese objetivo.

Recibí dirección espiritual -no me quiero olvidar de nadie- ni tampoco caer en una infidencia, por lo tanto voy a mantener sus nombres en reserva. Pero lo que sí quiero decir es que esa dirección espiritual recibida fue de tres sacerdotes de la Renovación Carismática, una religiosa mundialmente conocida en esta corriente de Gracia, hermanos consiervos y hasta un hermano evangélico. A todos ellos: ¡MUCHAS GRACIAS! El Buen Dios los bendiga y prospere en todas sus obras. 

Voy a contar este hecho, para dar Gloria a Dios: La hermana religiosa -muy querida por mí- estuvo conmigo desde la mañana hasta casi las cinco de la tarde, orando por mí y hablándome con Palabra Profética y consejo, en guianza espiritual bajo la “unción” del Espíritu Santo, característica de esta sierva del Señor que siempre tengo presente en mis oraciones. Ella se despidió diciéndome: “Juan Carlos, nunca olvides esto: “Yo en ti, tú en Mí”, dice el Señor”.

Luego salgo caminando de mi casa y me encuentro con un hermano evangélico, por ese entonces era vecino, y comenzamos a hablar del Señor y él -mientras caminábamos- dice como “al pasar”:

-“Bueno, el Señor ya lo dijo: “Yo en ti, tú en Mí” y continuó hablando…

Me paro, él se para, lo miro y queda como sorprendido… Le pregunto: “¿Cómo dijiste?”

Me pregunta asombrado: -“¿Qué dije?”

Entonces allí le cuento lo sucedido y juntos Glorificamos a Dios.

Cuando el corazón está dispuesto a escuchar, “el Señor confirma Su Palabra con señales que la acompañan”; sólo necesitamos ejercitar el amor entre los cristianos. Respetándonos y compartiendo lo que nos une. ¿No fue ése, el mandato y deseo de Jesús? “Para que todos sean uno” (Jn 17:21)

Había escuchado: “No eres ni frío ni caliente. Ánimo, conviértete. Yo reprendo y corrijo a los que amo”.

Luego escuché por medio de Su Palabra al Señor que me decía “¡Sacúdete!”, “Deja de ser usado como felpudo del enemigo…”, “No eres víctima…”, “Yo te hice vencedor”, “No es lo que tú haces, es lo que Yo hago en tí”.

Gracias, mi Señor!!!

Nuestra Madre, la Virgen María nos lo enseña: “porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso,  Santo es Su Nombre” (Lc 1:49).

Descubrí el peligro que solemos correr los que servimos al Señor, cuando por “la Obra del Señor, nos olvidamos del Señor de la Obra”.

Allí recibí lo que llamo “el segundo toque de Cristo”, porque como al ciego de Betsaida, Jesús “le volvió a poner las manos en los ojos…” (Mc 8:25).

Encontré en Su Palabra las “Armas Espirituales” (Efesios 6:10-20) y la infinidad de Poder que hay en la Palabra de Dios (Hebreos 1:3); que todo lo podemos en Jesucristo (Filipenses 4:13) y que nuestra identidad es con Jesucristo y Su Palabra (Juan 15:7), (1 Cor 1:30) (Rom 6:6 // 6:4// 6:8, etc.)

A partir de entonces empezamos a vivir una plena experiencia del Amor y Poder de Dios, bajo la Fresca Unción del Espíritu Santo, tomados de las Promesas del Señor en Su Palabra. Él cambió nuestras vidas, restauró nuestros Ministerios y se abrieron Centros de Crecimiento, para vivir la verdadera identidad de la Renovación Carismática Católica.

Hubo un verdadero, renuevo espiritual.

En la sede de nuestra Comunidad comenzó a funcionar el Centro de Formación de Servidores de la Vicaría Belgrano. Recuerdo, cuando en una oportunidad tuvimos la visita de Monseñor Héctor Aguer, quien nos dio su mensaje de Pastor, exhortándonos a llevar… «Su Gloria a las naciones», tomando las palabras de un canto, que entonamos juntos en la oración de esa noche que dice: «Heme aquí…llevaré Tu Gloria a las naciones”. (Isaías 6) 

Sí, el Señor “levantó mi cabeza”, y también levantó servidores valientes y decididos a anunciar el Evangelio en las calles, en hospitales, en las cárceles, geriátricos, etc.

Y, por supuesto, en nuestros encuentros y retiros, donde sobreabundan los testimonios de la Obra del Señor para que juntos glorifiquemos al Padre.

Dios levantó -entre otros hermanos- a Diego, mi hijo, en el Ministerio de la Palabra, quien es invitado por muchas Comunidades, Parroquias y Diócesis para predicar la Palabra de Dios.

Todo esto es para la Gloria del Señor, a quien le doy Gracias por darme junto a mis hermanos el privilegio de servirle en el seno de su Iglesia Santa; para que unidos en su Amor, siempre llevemos almas a los Pies de Cristo, para que el Padre de los Cielos reciba Alabanza, Honor, Poder y Gloria. ¡Por los siglos de los siglos, Amén!

Que nuestra Madre, la Virgen María, de la cual llevamos su nombre en nuestra Comunidad, nos irradie desde el Cielo siempre su ejemplo de fidelidad.

Pasaron 30 años de ese inolvidable momento en que conocí a Jesús y voy detrás de esa Palabra que Él puso en mi corazón: ¡SÍGUEME!

«Recuerda la palabra dada a tu siervo de la que has hecho mi esperanza: Este es mi consuelo en mi miseria, que me da vida tu promesa» (Salmo 119: 49-50). 

Oremos todos los cristianos por una Argentina para Cristo!!!

¡Amén! ¡Amén!

 

JUAN CARLOS HOVHANESSIAN