ADIVINACIÓN

 Adivinar significa predecir lo futuro o descubrir lo oculto, por medio de agüeros o sortilegios. También descubrir por conjeturas algo oculto o ignorado.

Como cristianos debemos confiar en Dios para todas las cosas de nuestra vida, siempre. Él nos prometió cuidarnos, protegernos, asistirnos, proveer lo que necesitemos etc., todos los días de nuestra vida. Por lo tanto tratar de adivinar el futuro es no confiar en Dios, es pretender acceder a lo que sólo Dios puede conocer. No se trata tampoco de vivir irresponsablemente “sin saber qué me va a pasar el día de mañana”, debemos vivir responsablemente, pero muchas cosas del futuro las podemos deducir por medio de la razón, para esto Dios nos dio la inteligencia, estudio, ciencia, para poder prepararnos responsablemente para el futuro; y por sobre todas las cosas atender a la Palabra de Dios, donde están todas las respuestas. Declara Deuteronomio 29:28: “Las cosas secretas pertenecen a Yahvé nuestro Dios, pero las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que pongamos en práctica todas las palabras de esta Ley.” La Palabra de Dios es la revelación que nos ha sido dada y que involucra todas las áreas de nuestra vida: familia, trabajo, decisiones, proyectos…

Lamentablemente, muchas veces por no saber, por no obedecer a Dios o por otras razones, personas que se dicen cristianas tratan de develar lo que sólo pertenece al designio de Dios. Mezclan sus prácticas cristianas con otras prácticas ajenas a la fe, intentando conocer por medios no cristianos su futuro y también cuestiones relacionadas a otras personas. Esto ofende a Dios y está prohibido por Su Palabra y por la Iglesia.

Dentro de los métodos para predecir el futuro o descubrir cosas ignoradas por nosotros podemos encontrar: tarot, cartas, leer la borra del café, carta natal, astral, astrología, horóscopos, evocación de muertos, quiromancia (lectura de manos), y muchísimos más. Cuando alguien recurre a estos “métodos” ¿puede creer sinceramente que un pedazo de cartón pintado (cartas), un astro en el cielo, un poco de borra de café, etc. puedan realmente tener algún poder para determinar lo que nosotros, que somos seres racionales, los más perfectos de la creación, no podemos develar? Algunos dirán “pero muchas veces aciertan”, es verdad, muchas veces aciertan, pero ese “poder” ¿de dónde creen que viene? De Dios NO. ¿Entonces…? Recordemos que el demonio es un ángel caído, que tiene inteligencia y que la utiliza para el mal y que “no viene más que a robar, matar y destruir…” (Juan 10:10). Pero por sobre todo debemos tener muy presente que solo Dios es Omnisciente (que todo lo sabe) y solo Dios es Omnipotente (que todo lo puede) y solo Dios es Omnipresente (que está en todo lugar).

No faltará quien aducirá que es sólo un “juego”, que lee el horóscopo por diversión, que no hay nada de malo en identificarse con las características de los signos del zodíaco; pero la realidad es que no podemos ser verdaderos cristianos si “jugamos” con lo que Dios aborrece. La Palabra de Dios es muy clara en cuanto a esto. Deuteronomio 18:10-12 nos dice: “No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvé tu Dios…”. Levítico 19:26: “…No practiquéis la adivinación ni la magia.”

Como cristianos poner nuestra fe o esperanza, o buscar soluciones en ese tipo de “cosas” es ofender gravemente a Dios, es buscar protección en “poderes ocultos” y no en Jesucristo, como debe ser.

El Catecismo de la Iglesia Católica es contundente y sumamente claro con respecto a este tema: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone «desvelan» el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a «mediums« encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.” (N° 2116).

En los momentos difíciles de la vida (que es cuando muchos se dejan engañar por estas prácticas buscando mágicas soluciones) sólo Dios puede ayudarnos. Además este tipo de prácticas que supuestamente deberían ayudarnos, terminan por “atarnos” a los adivinos; llega un momento donde quienes se involucran en estas cosas, no pueden hacer nada sin consultar a esas personas; generalmente les hablan mal de su entorno diciendo “fulano te tiene envidia”, “un pariente te desea el mal”, etc. y esto -que es mentira ya que sólo Dios puede conocer los pensamientos de las personas- termina generando solamente conflictos, temores, además de un considerable gasto económico.

El Papa Juan Pablo II, en comunión con las enseñanzas de la Biblia, nos enseña como planear nuestra vida: LA ORACIÓN, Y NO LOS HORÓSCOPOS, PARA PLANIFICAR LA VIDA DIARIA. «A todos quiero recordar un principio fundamental de la fe: antes y por encima de nuestros programas, hay un misterio de amor, que nos envuelve y nos guía: es el misterio del amor de Dios… Si queremos plantearnos bien la vida, tenemos que aprender a descifrar su designio, leyendo el misterioso lenguaje de señales que Él mismo nos pone en nuestra historia cotidiana. Para alcanzar este objetivo no hacen falta horóscopos ni previsiones mágicas. Hace falta más bien oración, una oración auténtica, que va acompañada siempre por una opción de vida conforme con la ley de Dios» (Castelgandolfo, 6 de septiembre de 1998).

“…debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y una confianza completa. Él es todopoderoso, clemente, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en Él todas sus esperanzas? ¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura que ha derramado en nosotros?…” (Catecismo 2086)

NUESTRA VIDA, NUESTRO FUTURO, ESTÁN EN MANOS DE DIOS:

¡CONFIEMOS SÓLO EN ÉL!