“¡CHAU… NOS VEMOS!”

Tenía yo 18 y él 19 años. Ambos corríamos en aquellos tiempos en las llamadas “picadas” -carreras que se hacían por la noche los viernes en lugares predeterminados- lo que visto a la Luz de la Verdad, es repudiable. Pero así fue. Eran otros tiempos, otras realidades, pero malo igual.

Éramos rivales y más de una vez nos hemos encontrado “mano a mano”, con lo cual, aunque vivíamos en el mismo barrio, a pocas cuadras de distancia uno del otro, sabíamos mirarnos con ese tan juvenil “recelo”.

Cierta tarde voy a cruzar, allí cerca de mi casa y me encuentro con un vehículo que venía y me detengo. Iba yo a pie y él en el vehículo… ¡MI RIVAL…!

No pudimos no mirarnos y… enseguida, de la nada, lo impensado: “ADÓNDE VAS…” “TE LLEVO…”

Acepté con agrado y casi sin imaginarlo me encontré sentado de “acompañante” de aquél con quien auto a auto, “combatía”…

“Voy a comprar cigarrillos” me dijo, mientras me explicaba que esos -importados- se conseguían en el lugar al que iba.

Lo acompañé y hablamos…

Nos reímos de nuestra “hostilidad”. Nos hicimos “bromas” mutuamente, de las que se desprendía el “mutuo respeto” que, como rivales, nos teníamos.

Quedamos en encontrarnos en las “picadas”, desde esa “amistad”, que ya había nacido cuando todavía éramos solo “rivales”…

Pero… no fue posible, pues a los pocos días, me vi -un día como hoy, 13 de Septiembre, que pronto hará cincuenta años- acompañando a “mi amigo”, a su última morada.

Visité a menudo ese lugar, llevando una flor.

Siempre lo tuve presente, como un ícono de valor verdadero.

Pensaba, de “algo que comenzó y que no pudo ser”; mas no es así.

La tragedia asesina, no pudo, ni jamás podrá truncar lo bueno, pues sólo mueren los que son olvidados y me dije: no, comenzó y sigue.

Sigue en esa flor, en la oración por su memoria, en el recuerdo…

En estas pobres palabras, que el Señor y el que escribe saben a quién van dirigidas. Así como lo saludé aquel día al despedirme: ¡Chau… nos vemos!

JUAN CARLOS HOVHANESSIAN